Ginés, Marina y Comotú

Ginés ha dedicado 42 años de su vida a trabajar en Scottex, sí, la marca esa de papel higiénico del perrito que tanto hemos visto en la TV y en vallas publicitarias. Cuando se jubiló, me explica, no quería resignarse a «echar la partida y pasarse el día en el bar». Y vaya si lo consiguió.

Me cuenta todo esto en el cántabro pueblo de Ampuero donde acabábamos de aterrizar huyendo de las zonas de costa tan masificadas y reguladas -de esto hablaré más adelante- buscando algo de tranquilidad. Mientras, a su lado, su mula Marina pasta tan tranquila y Comotú, su perro, el perro que se llama Comotú, nos observa con indiferencia mientras disfruta de su merecido descanso y del fresco de la tarde.

Llegando a Ampuero en Cantabria

La «acción» se sitúa el 22 de junio de 2018. Siempre quise decir eso. Demasiadas películas.

La imagen es mucho más impactante si os la cuento desde el principio. Al llegar a Ampuero nuestra primera parada, antes de descubrir una zona más tranquila, fue el aparcamiento de la plaza de toros. Tras encontrar «el sitio adecuado» en la mencionada y estirar un poco las piernas me fijo en que entre unos árboles al fondo de la plaza pasta tranquila y relajada una mula. Me encantan los pueblos por esto, pienso mientras sonrío. La cosa queda así. Comemos algo y exploramos la zona por si hubiese un sitio mejor donde aparcar y pasar unos días.

Al regresar a casa algo llama mi atención de inmediato. Veo la parte trasera de uno de esos coches que se conducen sin permiso, de esos que llevan placa de ciclomotor y suenan como un tractor. Nosotros los llamamos «huevo» por lo encajado que suele ir el conductor siempre en su interior y por la forma tan compacta y redonda que tienen. Pero este es diferente, la perspectiva lo es todo y basta acercarse para ver que…

¡Está cortado por la mitad! ¡Venga hombre!

Vivir en medio huevo

Y la mitad trasera sirve de espacio de vida pero ¡Tirado por una mula! Sí. La parte delantera del peculiar cacharro ha sido convenientemente modificada para añadir los elementos necesarios que permiten enganchar el invento a la mula que tira del conjunto que a su vez descansa sobre las dos ruedas del tren trasero que queda sano del «vehículo». Se puede decir que ha perdido los caballos en el castañazo -esto lo explico a continuación- pero tiene una mula de potencia. Además el mulanauta comparte el escaso y espartano espacio que le brinda el coche con un perro de tamaño mediano. No se vosotros pero en mi caso la curiosidad me atrae hasta el personaje y así conozco a Ginés, a su mula Marina y al perro que se llama Comotú.

Foto de Ginés en pleno Camino de Santiago
Imagen del diario El Progreso (Enlace al pie)

Ginés es un tipo abierto -y ocupado, ya lo veréis- a hablar con todo el mundo, siempre lo veo rodeado de gente, antes de abordarlo lo rodea un grupo de chavales jóvenes del pueblo que le preguntan sin cesar sobre su peculiar forma de viajar y sus compañeros de ruta. Cuenta que regresa a Álava, es de un pueblo llamado Artziniega, tras hacer el Camino de Santiago, partió al iniciar el mes de marzo de 2018 y estamos casi a las puertas de despedir el mes de junio, cuando llegue a casa habrá empleado más de 4 meses en completar su particular camino.

Me explica que el coche era de un amigo que lo estrelló dejando inservible toda la parte delantera, se ofreció a comprarlo tal cual estaba pero el amigo, al saber el fin de la oferta, se lo regaló. Junto con otro amigo manitas lo acondicionaron con metacrilato para cerrarlo y sirve de improvisado hogar para el y para su perro Comotú.

Dice que ya tiene los próximos cuatro años comprometidos con viajes similares, ya os comenté atrás que era un tipo ocupado. Que mientras en cuerpo aguante prefiere ver un nuevo paisaje cada día a las mismas caras una y otra vez. Su mujer, Toñi, le acompaña de vez en cuando porque también tiene una vieja furgoneta con la que ambos recorren España. Ella también ha viajado en carro y mula, pero parece que la edad le va pasando factura y según qué recorridos los hace él en solitario.

Viajar despacio

Marina acelera de 0 a 3 kilómetros por hora -que es su velocidad máxima y terminal- en apenas unos minutos y su jornada se sitúa en torno a las 6 horas de tiro diarias. Así el cálculo es sencillo, 18 kilómetros máximo al día. Hay días que algo menos por eso de las cuestas o el excesivo calor y días que llegan a los 20 por lo mismo. Tampoco hay prisa.

– Me gusta parar de vez en cuando en una sombra. Doy un trago de vino, como un poco de queso y pan. Miro todo lo que tengo alrededor y soy el hombre más feliz del mundo. No necesito más. España es un país hermoso.

Estoy tan enganchado al relato de Ginés, que le gusta hablar hasta por los codos como a servidor, que no me doy cuenta que ya está oscuro y que hacer fotos va a ser complicado. He tomado prestada alguna y al pie os dejo los enlaces a modo de cita y autoría. Nos despedimos con un abrazo y buenos deseos mutuos para que el camino sea benévolo y las gentes amables.

Mientras me preparo para ir a dormir pienso que poco a poco soy consciente de algo que provoca en mi cierto dolor, una punzada en el estómago. Las despedidas. Es una extraña sensación de pérdida, infundada porque nunca lo tuve y porque son personas con las que apenas comparto unos minutos o, con suerte, unas horas. Quizás esté comenzando a hacer las paces conmigo mismo, es pronto aún para eso, pensaba, pero parece que está comenzando a suceder.

Cuando abro los ojos por la mañana me asomo por la ventanilla de La Vane. Ginés ya no está, continúa su camino y nosotros el nuestro. Casi 1.700 kilómetros metido en medio «huevo» tirado por una mula y acompañado de un perro ¡¿En serio?!

Foto destacada propiedad de: La Voz de Galicia

Foto de entrada propiedad de: El Progreso

2 comentarios en «Ginés, Marina y Comotú»

  1. Las vivencias que estáis teniendo son tesoros que dentro de muchos años recordaréis con cariño y que siempre los tendréis con vosotros,

    Disfrutar de ello por todos los que os seguimos.

    Un abrazo.

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    • Hola Carlos, gracias por comentar.

      Al final lo que realmente importa son las personas. Los monumentos y los lugares impactan pero lo que de verdad deja huella son las personas con las que te cruzas.

      Gracias por seguir ahí y por tu apoyo.

      Nos vemos en breve… 😉

      Javier

      Responder

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