Las dos veces que hemos estado en Cáceres, y en Extremadura en general, hemos tenido problemas. La ciudad nos encanta pero sus autoridades parece que sufren alergia por quienes viajamos de manera diferente.
Por suerte la belleza de Extremadura, Extremabella que la llama alguien que conozco, eclipsa a las mentes de los que mandan ¿Quizás por eso hay menos turismo? No sé, es solo un pensamiento, una autorespuesta.
Os cuento.
De Portugal a Fregenal de la Sierra
Tras nuestra primera entrada al norte de Portugal salimos por Extremadura, por Fregenal de la Sierra concretamente, allí nos pilló una tormenta de campeonato seguida de varias horas de lluvia torrencial.
El lugar elegido para pasar esa tarde-noche fue la estación de autobuses, que dispone de un espacio para autocaravanas. Como podéis imaginar no hubo mucho glamour, pero pasamos una noche tranquila. Y con baños al lado, ni tan mal.
Aprovechamos la tarde para dedicar unas horas a ponernos al día con trabajo que teníamos atrasado. Esto, aún no lo sabíamos, se convertiría en uno de los motivos por los que decidimos dar por finalizado el viaje con Andalucía a medio recorrer.
La biblioteca estaba solitaria. Tranquilidad absoluta.
Cáceres
Nos encanta el casco antiguo de Cáceres. Calles estrechas y empedradas, la Plaza Mayor, su historia. Los “guías turísticos” que van de paseantes, te cuentan la historia del sitio y, como quien no quiere la cosa, te piden una propina.

Jajaja… aún recuerdo el que me pilló de pardillo la primera vez que fui a Cáceres. Me dijo el tipo que estaba “esperando a su señora que estaba haciendo un recado”. En fin, las cosas de las ciudades.
Como Salamanca o Toledo os recomiendo perderos por sus calles y meteros por todos sus rincones llenos de historia.

Eso sí, no os olvidéis la cartera porque entrar en cualquier sitio, monumentos, iglesias, etc., cuesta dinero. Dos euros esto, tres lo otro, uno iluminar el retablo, otro euro ver un claustro. En fin.
Fuera del área de autocaravanas
La parte dura de Extremadura. Aparcamos en el área de autocaravanas del ayuntamiento, extrañamente gratuita, al menos en 2018. No es para tirar cohetes pero está aceptable.
Nos levantamos tras la segunda noche allí y mientras estamos aún dentro de la furgoneta nos pican a la puerta.
Un Policía Local bastante malcarado nos dice de malas maneras que aquello es única y exclusivamente para autocaravanas. Le digo que estoy en un rincón donde ni tan siquiera quito una plaza de autocaravana, mirad la foto.

Poco menos me viene a decir que me busque la vida, que me tengo que ir. Como no me gusta discutir y ante la tosquedad del agente le digo que no hay problema, recojo y luego me marcho.
Me dice que hay un terreno allí al lado donde puedo ponerme, pero lleno de barro y charcos porque el mal tiempo se negaba a abandonarnos esos días.

Gracias a la amiga de una amiga nos damos una ducha y regresamos a la furgoneta para irnos a Trujillo. Sabor agridulce de nuevo en Cáceres.
[Digo de nuevo porque hemos regresado a Extremadura este otoño pasado (2021) y en Cáceres (no recuerdo el pueblo) y nos han vuelto a echar de su área de autocaravanas aún ocupando un espacio que no quitaba plaza a nadie.]
Trujillo
Nos recibe Trujillo con mal tiempo. Cielos cubiertos y lluvia. Para terminar de rematar su bella Plaza Mayor está totalmente ocupada por una feria de la cerveza.

Al igual que en Cáceres tienes unas cuantas iglesias y espacios que ver, pero hay que pagar en absolutamente todos. Una señal de ello es que hay pancartas fuera con imágenes del interior, cuando vemos eso sabemos que hay que pagar entrada.

En este aspecto muchas ciudades deberían aprender de Palencia, donde las puertas de las iglesias están siempre abiertas.
Valencia de Alcántara, saltamos de nuevo a Portugal
Desde Trujillo nos dirigimos a Valencia de Alcántara desde donde entraremos por segunda vez a Portugal. Lisboa nos espera.

A diferencia de otros lugares al área de autocaravanas parece ser apta para todos. Nadie viene a echarnos y el trato en general parece ser más amable.
Nuestros vecinos de plaza se interesan por lo que estamos haciendo y acabamos con un cesto de bollos “preñaos” que nos regalan y tomando un café en su autocaravana. Visitamos el pueblo juntos.

Pasamos una segunda noche, hacemos unas compras y nos dirigimos a la frontera. Allá vamos Portugal, adiós Extremadura.