En el último artículo acabamos el recorrido en Bilbao, a tiro de piedra de dar el salto a Cantabria. Y con esa idea en la cabeza partimos por la mañana con el objetivo de buscar una población costera donde pasar unos días.
Ni de coña. Llegamos a Laredo, pero todo estaba totalmente regulado y los pocos sitios aceptables estaban a pleno sol y en aparcamientos bastante feos. Había que replantearse la idea de vivir en la costa.
La biblioteca de Ampuero
Visto que aparcar en zona costera era bastante complicado tomamos la decisión de conducir hacia el interior unos kilómetros y así llegamos hasta Ampuero, donde aparcamos para pasar la primera noche junto a la plaza de toros. Justo allí conocimos a Ginés, su mula Marina y su perro Comotú.

Como todos los días que tocaba conducir el cansancio hacía que apenas tardásemos unos minutos en quedarnos dormidos al meternos en el saco de dormir. Además no estaba bien del todo, tenía algo te tos y mucosidad. No lo sabía pero eso se iba a complicar más de lo esperado.
Al día siguiente comenzamos la inspección del pueblo, localizamos la biblioteca, de las peores bibliotecas que usamos en toda la etapa por España, y curioseando dimos con una preciosa y tranquila área fluvial con bancos, mesas y el río que pasaba justo al lado.
No perdimos tiempo, fuimos a por la furgoneta y nos trasladamos allí para estrenar la zona a la hora de comer. Agua, árboles y zona verde ¿Qué más se podía pedir? Ya os lo digo yo, salud.
Pocho en Ampuero
Mi tos no mejoraba, al revés. Llegué a un punto en el que no pude ni dormir y aprovechando que teníamos que ir a Colindres para llenar los bidones de agua también nos pasamos por una farmacia para comprar un jarabe para la tos que fuese fuerte. Un bote de jarabe 12€, más vale que fuese bueno.

Comencé a tomarlo y en apenas 3 días conseguí deshacerme de la tos y dormir por fin. Esta ha sido la única vez en que lo hemos pasado mal por cuestiones de salud desde que viajamos. Y que dure.
Tras pasar 5 días en Ampuero y ya recuperado, continuamos viaje.
Santander y la Operación Ilitri
No olvido la brisa fresca que cada mañana disfrutábamos en Santander. Llegamos a la ciudad desde Ampuero, primero con la idea de aparcar en la zona de las facultades de la universidad, pero apenas 10 minutos después de aparcar apareció el vigilante del campus para invitarnos, amablemente eso si, a marcharnos.

Así llegamos al área gratuita de autocaravanas de Santander, una de las mejores estancias que recuerdo por la mencionada brisa y un clima suave y agradable. Paseamos hasta la playa de El Sardinero donde tuvimos un atardecer dorado fantástico.

Tuvimos también la oportunidad de cenar sentados a la mesa de un seguidor en Forocoches que amablemente nos invitó a su casa y a su ducha.
Allí se fraguó la Operación Ilitri.
Operación Ilitri
¿Quién es Ilitri? Pues es la deformación del nick de usuario en Forocoches de su propietario, Electrik, que en realidad es Alejandro Marín, creador del foro más grande del mundo en habla hispana y palentino de pro.
Palencia quedaba razonablemente cerca y tras pasar un par de días en Santander partimos raudos con dirección Palencia para conocerlo en persona y, de paso, que nos firmase en la furgoneta. Su firma y la del YouTuber Manuel Calavera son las únicas que han tenido ese honor hasta el momento.
Palencia tiene un área gratuita de autocaravanas pero pocos minutos después de llegar y estacionar nos dimos cuenta de la enorme cantidad de mosquitos que había, estábamos cerca de agua estancada y eso lo complicaba todo, además del calor que era bastante agobiante. La noche iba a traer miga.
Viendo el plan decidimos alejarnos de la ciudad y, ya de noche, nos desplazamos hasta el pueblo de Husillos donde el ambiente era más fresco y aunque había mosquitos eran muchos menos, así que a cenar, liquidar a algún mosquito que se había colado en La Vane y a dormir.
Palencia
Por la mañana regresamos a Palencia, quedamos con Alejandro por la tarde así que aprovechamos para pasear un poco por la ciudad, trabajar otro poco acudiendo a su biblioteca y por último conociendo al Amado Lidl que apareció sobre unos patines en línea en el aparcamiento donde nos citamos.

De la ciudad resaltar la Catedral de Palencia, conocida muy justificadamente como La Bella Desconocida, su calle Mayor y el edificio de la Diputación de Palencia. También pasamos por la Iglesia de San Francisco. Resaltar que la entrada en estos lugares en gratuita y la visita muy tranquila por no ser ciudad de multitudes turísticas.
Tras la fugaz cita y firma de Alejandro en la furgoneta teníamos bien claro que nada de pasar allí la noche, habíamos puesto el ojo en Frómista y su área municipal de autocaravanas. Salimos raudos para allá, retornábamos a Santander.
En Frómista aproveché el buen tiempo para ir a comprar comida en el pueblo y mientras tanto Cristina acometía la titánica faena de lavarse el pelo, que no es cosa menor.
Puerto del Escudo
Regresar por la ruta que habíamos elegido requería pasar por el Puerto del Escudo y se nos ocurrió la idea de pasar la noche en lo más alto para disfrutar de las estrellas. Así que revisamos que tuviésemos víveres y para allá partimos.
Nuestro gozo en un pozo. Fue comenzar a subir el famoso puerto e ir cambiando el clima de manera dramática, niebla, lluvia y viento. Al llegar arriba son las 7 de la tarde, estamos cansados y decidimos que aún así vamos a pasar la noche allí.
Cenamos, un poco de Internet y a dormir en medio de la niebla, la estampa era fantasmagórica. La misma niebla que nos seguía rodeando a la mañana siguiente. Que mala suerte.
Santander otra vez
Y llegando de nuevo a Santander, brisa fresca y cero mosquitos, dimos por concluida la Operación Ilitri. De nuevo dimos un paseo por la ciudad, empezando por la bahía y visitando el Centro Botín, la Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y el Palacio de la Magdalena.

Nos colamos en la celebración del 150 aniversario de la Iglesia de Santa Lucía y degustamos unas cervezas y algo de picar con cargo al clero. La gente nos miraba raro, como diciendo “Estos quién narices son”… todos muy bien vestidos y nosotros con aspecto de exploradores urbanos, con mochila y viendo por primera vez aquella iglesia y ciudad. Las cosas.

Como siempre, sin darnos apenas cuenta, nos tiramos todo el día caminando de un lado para otro. Cansados decidimos despedirnos de la ciudad y dar el último paseo -el área de autocaravanas no está precisamente cerca- hasta casa.
Santillana del Mar y Comillas
Amanecemos por última vez en Santander. Mientras desayunamos antes de partir nos visita la Policía Local preguntando si nuestra Vanette es “vehículo vivienda”, nos escapamos de la receta pero una autocaravana dos plazas más atrás no tiene tanta suerte.

La cuestión es que estamos en la misma calle del área de autocaravanas, pero no dentro de ella. Nosotros estamos estacionados en una plaza normal para vehículos, de ahí la pregunta de la autoridad, pero nuestro vecino no debería estar ahí y pagó el pato.

Es la despedida, salimos dirección Santillana del Mar población conocida como la de “las tres mentiras” puesto que no es santa, ni llana, ni tiene mar. Pero es un lugar precioso, algo masificado por el turismo, pero así son las cosas. Allí sufrimos un suceso paranormal.
El extraño caso del aparcamiento fantasma
Nada más llegar a Santillana del Mar, que estaba en fiestas, aparcamos en una zona alejada con suelo de tierra. Íbamos a visitar el pueblo y, como siempre, ver si encontrábamos un sitio mejor para aparcar y hacer noche. Y así fue.
En una callejuela que partía del aparcamiento de pago que hay justo en medio del pueblo encontramos una especie de descampado o una especie de aparcamiento con entrada libre, había una autocaravana allí aparcada así que tras pasear por el pueblo decidimos ir a por La Vane y aparcar allí, casi en pleno pueblo.
Por la tarde nos acercamos al albergue y a la biblioteca. Las dos instalaciones están en el mismo sitio, son dos edificaciones diferentes pero ubicadas en la misma propiedad, de hecho el hospitalero del albergue es también el bibliotecario. Una biblioteca pequeña pero preciosa.
Le preguntamos si es posible que nos deje ducharnos y nos dice que sin problema pero que tiene que ser cuando los peregrinos dejen las duchas libres. No nos cobra nada y muy amablemente nos abre la biblioteca solo para nosotros, no hay wifi pero el sitio es tan acogedor que usamos la conexión de datos de los teléfonos para conectarnos y disfrutamos del entorno.
Regresamos a casa. El sitio está totalmente a oscuras y la verdad es que también un poco sucio, pero abrimos el portón trasero y cenamos al fresco de la noche… y no, lo paranormal no sucede de noche, aunque tentado he estado de trasladar los hechos al misterio de la misma.
Nos levantamos y tras desayunar nos disponemos a llenar la despensa antes de partir, tenemos un pequeño supermercado Covirán apenas a 50 metros y allí nos avituallamos. Y al regresar pasó, algo que no estaba al marchar se materializó.

Llegamos al aparcamiento de la nada había brotado, una silla, una mesa, un cartel con tarifas de estacionamiento y se había materializado también un personaje chuleta pertrechado de gafas de sol a lo Clint Eastwood que se desplazaba por el recinto como flotando por el aire. Nos ve llegar con las bolsas y «estampóneamente» se aparece a nuestro lado.
– ¿Llegasteis ayer por la noche? -tono chulesco-
– Sí, sobre las 8…
– Pues te vas a librar de pagar.
Y como vino, se fue. Aún estamos traumatizados por la experiencia. Cargamos la compra en la despensa y salimos escopeteados de allí.
Comillas
Vamos camino de Cabezón de la Sal pero paramos en Comillas para, entre otras cosas, visitar su impresionante cementerio gótico. También descubro que en la Iglesia de San Cristóbal el tema de la iluminación de imágenes religiosas con luces led se les ha ido un poco de las manos. Le dejan marcarse un Ecce Homo a Cecilia Giménez y lo bordan.
Nos hubiera gustado visitar también El Capricho de Gaudí pero acceder cuesta 10€ -son 5€ por persona- y ese es nuestro presupuesto del día para comer, así que quizás en otra ocasión. Una pena.
Cabezón de la Sal
Necesitamos parar unos días. Se me acumula el trabajo y además necesito recibir por Lista de Correos un envío desde Barcelona, así que Cabezón de la Sal va a ser nuestra casa durante la próxima semana.

Lo primero es buscar agua, hay una fuente en el centro del pueblo, está cerca y no se puede acceder con vehículo, así que todos nos observan con curiosidad mientras llenamos nuestros bidones de agua. Además la fuente tiene un chorrito escuálido y nos lleva su tiempo hacerlo.

Como siempre lo andamos todo llegamos a pie hasta el contiguo pueblo de Carrejo, que tiene un encanto especial, muy tranquilo y con muy pocos habitantes. En el centro de Carrejo está el Museo de la Naturaleza (La Casona), cerrado por obras pero ubicado en un impresionante edificio catalogado como monumento.
Asturias, antesala de Galicia
Cabezón de la Sal es la despedida de Cantabria. Asturias se divisa en el horizonte y Llanes es nuestro objetivo, aunque sabemos que es un pueblo de mar muy turístico y eso lo convierte en dudoso para poder establecer nuestra residencia rodante. Y no me equivoco, le voy pillando el tranquillo a esto.
Llanes es precioso, pero no puede cubrir nuestras necesidades, que nada tienen que ver con las de alguien que viaja ocasionalmente. Una pena. Nos limitamos a dar un largo paseo por la población y partimos raudos dirección a la capital de la provincia, Oviedo.
Oviedo, duchas callejeras
Hace calor, desde Santillana del Mar no nos damos una ducha en condiciones y el cuerpo pide ya ese ritual. Pero no estamos en el mejor lugar para ello, os cuento.
Pernoctar en una ciudad es de lo más complicado. Cristina había encontrado el sitio gracias a su habilidad con la «vista satélite» de la aplicación Mapas de su teléfono móvil, pero teníamos dos bloques enormes de pisos justo al lado, estábamos en una calle sin salida llena de coches.
Pero la necesidad de ducha era más fuerte, había que trazar un plan. Teníamos una bomba de agua, un bidón de 8 litros de agua lleno y una lona grande, los elementos necesarios para que se desencadenara la Operación Ducha Arrabalera.
Operación Ducha Arrabalera
Teníamos las armas, estábamos decididos y comenzábamos a oler a choto. Era el momento. Vamos al turrón.
Esperamos pacientemente hasta que la luz comenzase a decaer. Comenzamos abriendo el portón trasero de la furgoneta, le pusimos la lona por encima y así logramos crear un espacio íntimo resguardado de las vistas de cualquier curioso.
Conecto la bomba de agua a la batería. A ver, un inciso, la bomba debería haber sido instalada antes de salir el 10 de abril, pero al final fue una de las cosas que se quedaron colgadas y ahora tocaba improvisar.
Abro el bidón de agua e inserto el tubo hasta el fondo del mismo, la otra boca de la bomba -la de salida- tiene adaptada una alcachofa de ducha que íbamos a estrenar sí o sí en esa ocasión.
Montando todo esto se hizo un poco más oscuro, perfecto.
Llegó el momento, mientras yo vigilaba y tomaba el control del pulsador que activaba la bomba de agua Cristina se quedaba, literalmente, en pelotas dentro de nuestra improvisada ducha.
– Dale ya…
Voy a ahorrarme los placenteros gemidos. Por suerte estábamos en una calle con ligera pendiente y justo a un par de metros una alcantarilla recogía el agua de nuestra ducha. Apuramos cada uno la mitad del bidón.
Aliviados recogimos todo el chiringuito, cenamos como en una nube y dormimos como benditos. Y esta es, señoras y señores, la única vez que usamos la bomba de agua y este sistema de ducha.
Oviedo
No fue de las ciudades que más nos gustaron. Nos pegamos nuestras buenas caminadas y pasamos por la Cámara Santa de Oviedo, por su Basílica Catedral de San Salvador y el Monasterio de San Vicente. Resaltar también la Iglesia de San Juan el Real.

También pasamos por el edificio del Ayuntamiento de Oviedo y por las fachadas de varios palacios que no recuerdo ni anoté. El Teatro Campoamor, Palacio de Congresos y el Mercado de El Frontán también sucumbieron a nuestras miradas.
Aparte de todo eso, Oviedo es una ciudad, por tanto incómoda para nuestro modo de vida, así que ya estábamos pensando en nuestro nuevo destino cuando un vecino, también furgonetero, que nos había visto haciendo vida en su calle nos recomendó la playa de Verdicio.

Era el lugar ideal para celebrar los 3 meses de viaje en un entorno más agradable y sobre todo más acorde a nuestro estilo de vida. Ah, y además coincidía con la final de Masterchef 7, el único programa de TV que seguíamos aún estando de viaje.
Adiós Asturias
En Verdicio nos estrenamos durmiendo en una playa. Lo cierto es que entre la humedad del ambiente y los mosquitos no fue tampoco una experiencia muy agradable. Celebramos nuestro tercer mes de viaje y por la mañana salimos hacia Navia, la última población asturiana antes de saltar a Galicia.
Trípode para el teléfono, cena y final de Masterchef 7 en directo usando la tarifa de datos.
En Asturias eso de ir de por libre no es muy del agrado de las autoridades. Les gustan las autocaravanas y campers pero en recintos de pago, eso de que te pongas a dormir sin pagar no parecen llevarlo muy bien.
Una muestra de ello son sus «áreas gratuitas de autocaravanas» como la de Navia, que fue la siguiente parada, detrás de un supermercado y con todos los compresores de aire acondicionado apuntando a la zona. En fin.
Pasamos un par de noches allí, la verdad es que el pueblo nos encantó. Nos dispusimos a pasar a la que, sin duda, sería la comunidad autónoma que más disfrutamos, Galicia, pero eso será ya en el próximo artículo.